Rostros creativos de Eduardo Terrazas, arquitecto y artista plástico influido por el arte huichol

Como hace 40 años en Bellas Artes, Eduardo Terrazas vuelve a exhibir su obra plástica. Esta vez la lleva a la galería Proyectos Monclova, en la colonia Roma, del DF.

Además de arquitecto, el artista de 76 años a quien el mundo reconoce como el coordinador del Programa de Diseño e Identidad para los Juegos de la XIX Olimpiada en México, en 1968, ha sido diseñador, museógrafo, conferencista, maestro, urbanista, fotógrafo, pintor y escultor.

De más de 600 piezas que conserva en su estudio, Terrazas ha hecho una selección con dos fines: la publicación de un libro, Posibilidades de una estructura y la exhibición en Proyectos Monclova de la muestra 1.1.4, que estará a partir del 5 de septiembre; además de otra muestra que llevará a la Casa Luis Barragán.

“Este libro -cuenta Terrazas- tiene 45 años de pintura. La arquitectura, a diferencia de las artes visuales, tiene una responsabilidad social, funcional. Arte y arquitectura están ligadas en una dimensión muy amplia, pero son diferentes. Mi primer interés fue la arquitectura, a través de ésta conocí la pintura. Lo que hace la arquitectura es crear un entorno para que el hombre pueda vivir, que conozca, domine. Una vez hechas las primeras cavernas, lo siguiente que hizo el hombre fue pintarlas, hacerlas propias. Todo lo que el hombre hace en esta vida es tratar de hacer propio el mundo, el universo en que vive, ese universo infinito. Y lo hace propio a través de la pintura, de manifestaciones que hace con ideas que tiene sobre el mundo. La pintura da otras dimensiones a la arquitectura”.

Terrazas, originario de Jalisco, se formó como de arquitecto en la UNAM e hizo una maestría en la Universidad de Cornell, EU. La publicación de Turner y Conaculta no incluye la obra arquitectónica (la considera para un siguiente libro).

El libro está estructurado a partir de series donde hay geometría, abstracción, fotografía y obras, algunas creadas con base en la cultura popular mexicana y la artesanía. Como en el sello distintivo de México 68 para las Olimpiadas, Terrazas continúo explorando en su obra plástica la combinación de una propuesta contemporánea, con líneas y técnicas huicholes, en un trabajo y amistad con el artista nayarita Santos Motoaaopohua de la Torre de Santiago.

“De los huicholes he aprendido su manera de ser, su manera de compartir con uno las cosas, de convivir, su calma del tiempo y el espacio. Es otra dimensión. Me he acercado lo más posible a esa dimensión pero tenemos otra manera de ver al venado; para nosotros es un venadito, para ellos es otra cosa”.

El trabajo artístico para Terrazas representa un acto a la vez íntimo y de mayor libertad, pues la arquitectura requiere de un conocimiento más complejo y abarcador que tiene que ver con la economía, la política y las necesidades sociales.

“Con el arte se trata de encontrar lo que está escondido; detrás de lo que aparentemente está reflejado en la imagen, hay algo oculto”.

Terrazas es el creador de algunos de los grandes proyectos de revitalización urbana en muy distintas y distantes zonas del país, diseñador de centros culturales y museos, autor de obras como el Cintermex, en Monterrey, y en la misma ciudad del plan maestro del Parque Fundidora, es también cofundador con Víctor Urquidi del Centro de Estudios Tepoztlán que busca el debate en torno a temas más allá de la arquitectura.

Diversidad y unidad

Influido por el arte huichol, y también por las obras de Mondrian y Malevich, sus estudios de maestría lo llevaron hacia la historia del arte que complementó con la experiencia de apreciar arte en sus años en Europa. Junto con el museógrafo Fernando Gamboa dio vida a muestras como Obras Maestras del Arte Mexicano.

Tres de las series que Eduardo Terrazas vuelve a exponer comparten esa inquietud de partir de un punto básico y desde ahí explorar, multiplicar, combinar. A veces juega con el crecimiento exponencial, en otras es un crecimiento a partir de la diversidad y lo orgánico, en otros casos parte de una unidad que se fragmenta. En todos hace una exploración de lo infinito. El reto, reconoce, es saber cuándo se llega a un límite, comprender que la pieza ya tiene algo que decir.

“No hay dos árboles de fresno iguales, no hay dos hojas iguales, no hay dos nubes iguales. Es lo que estoy tratando de decir con esa pintura; pero eso lo tiene que encontrar la gente. Es lo interesante de la obra de arte. El artista plantea su propia manera de ver las cosas y el público trata de interpretar qué es lo que está tratando de decir con esas cosas que pueden ser abstractas, realistas”.

Terrazas pudo quedarse sólo con la arquitectura, pero tenía algo más que decir. Toma el libro, muestra una de sus pinturas abstractas y dice:

“Si esto lo traigo adentro de mí, lo tengo que sacar. Una escobilla del mercado puede ser sólo eso, un cuadro de una fotonovela de los años 70 puede ser solo eso. Pero ahí veo una obra interesante, veo cómo se vuelve abstracta, por ejemplo. Si yo traigo eso de decir esas cosas no me voy a quedar con ellas guardadas en mi pechito. Las texturas de un piso, las líneas en las ventanas de los aviones, nuestras arrugas son huellas del universo. Raquel Tibol escribe que el arquitecto le entra a la pintura para tratar de salirse del rigor que la arquitectura le exige. La arquitectura sí te exige cierto rigor. La pintura te deja sueltito, puedes volverte medio loquito”.

Una de las claves de su aprendizaje como artista, reconoce el arquitecto Terrazas, fue salir para, desde fuera, ver México. Mirar desde fuera el país lo llevó, por ejemplo, a descubrir la riqueza de la artesanía huichol y de la cultura popular.

“A mí me interesa mucho la creatividad y la expresión que tiene la tradición mexicana y la historia de México, la historia artística de México. Las artesanías tienen una vibración, colorido, habilidad, lo que trato de hacer no es meterme al mundo de ellos, al meter mis conceptos del mundo combinándolos con esas cosas, es como surge el México 68, por ejemplo. Es un diseño que ha permanecido contemporáneo, que todavía es válido porque es verdadero, porque surge de cosas que son muy sólidas. De eso se trata el arte, de que tenga fuentes sólidas. Lo que tenemos que expresar son nuestras épocas y nuestros tiempos”.

Terrazas, quien no quiere opinar de política ni del México contemporáneo, sale del tema diciendo que el actual es un tiempo de preguntas: “¿Qué hacer con la ciudades, con la población…?, ¿qué tipo de trabajo van a tener?, ¿qué vamos a construir para que esas gentes vivan bien? La arquitectura tiene que pensar en todas esas cosas para poder ser útil para el bienestar del hombre. A la sociedad le corresponde reunirse, pensarse cómo vamos a estar viviendo. La arquitectura es una síntesis de la organización de la vida del hombre en sociedad, es una síntesis física de cómo estamos trabajando y compartiendo. Uno de los principales problemas es saber compartir, saber las necesidades del otro, tener relación amigable con las otras personas”.

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